En qué pienso

En que algunos días me hieren los ojos como el sol de media tarde en octubre. En que siento que la edad empieza a no perdonarme con tanta facilidad como lo hacía antes y a mi testaruda conciencia no se la engaña después, con un día pleno de alegría.

Pienso en el daño que puede hacer un buen recuerdo y en la incertidumbre que causa una noticia inesperada, una declaración de intenciones soslayada, un suspiro cuando todos se callan. En la mella que deja en el alma la mirada de unos ojos sedientos de respuestas a unas preguntas que jamás se formularon.

Pienso en que el amor tiene que ser algo más que el olor de tu piel cuando te despiertas a mi lado, pero soy incapaz de saborearlo si no tiene esa forma, de percibirlo si no tiene ese aroma, de tocarlo si no tiene ese tacto tuyo que es más cierto que mi nombre, que mi identidad y que mi propia existencia.

Pienso, por pensar, en un futuro con ventanas abiertas. Con grandes ventanales, con paredes pintadas de colores, con alfombras de Ikea, contigo y conmigo abrazados en el balcón mientras la brisa, que despeina nuestros miedos, ata tu boca a la mía y mis piernas a tu cintura.

Pienso en que no existe la felicidad si no se tiene la oportunidad de explorar nuevos caminos, de plantearnos nuevas metas, de soñar con un mundo más justo. Sueño con que la ilusión venza al temor de encontrarme sola y pequeña a tu lado. Vivo esperando el minuto exacto en que cierre por última vez nuestra maleta.

Tantas, tantas cosas,
Seguirán pasando,
Que quizás las cosas no nos cambien tanto (Ismael Serrano, Tantas cosas).