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viernes, 10 de diciembre de 2010

Ni el destino, ni el documento.

Cuando se despertó la cabeza aún le daba vueltas. Posó el pie izquierdo en el suelo y el frío del parquet le recordó que en el norte, abril no era sinónimo de primavera. Probablemente había desplazado la alfombra al llegar de madrugada indecentemente ebria...

Se levantó, se tambaleó y cuando consiguió estabilizar su posición, posó sus ojos en el vaso de cristal que yacía sobre la mesita. Unas gotas transparentes impregnaban aún sus paredes. Por un momento, creyó que eran sus propias lágrimas las que salpicaban el vaso y resbalaban despacio, formando el pequeño mar de su desesperación. Agarró el vaso y se lo acercó a la nariz para comprobar lo que contenía.

- No lo intentes, Ángela. Una mano suave acarició su hombro desnudo mientras su voz, tan penetrante que aún le hacía estremecer como el primer día, le susurraba la oído. - Las lágrimas huelen a sal, y el vodka, preciosa, ya sabes que el vodka no huele a nada.

Él siempre parecía hacer las cosas con una frialdad exquisita,  pero esta vez, no pudo contener su rabia y le arrebató el vaso para arrojarlo al suelo maldiciendo. Un pedacito minúsculo de cristal se calvó en el pie descalzo de Ángela pero ella ni siquiera lo notó, como no notó el calor del hilo de sangre que comenzaba a recorrer su empeine. Desde que perdió a su bebé, ningún dolor, por agudo que fuera, parecía hacerle reaccionar.

Álex miró al vaso hecho añicos en el suelo y se abrazó a Ángela. Ella tembló cuando le besó la barbilla y continuó temblando cuando él descendió y rozó con ternura sus pechos desnudos. Al fin, Álex se arrodillo como el reo que pide clemencia, abrazó las caderas de su mujer y posó sus labios en su vientre aterciopelado.

-¿Por qué me abrazas así, mi amor?- le preguntó ella con pocas ganas.
- Porque tengo miedo. Pero no me preguntes de qué, por favor.
- Sabes que no te lo voy a preguntar. Tú tampoco me has preguntado a mí por qué he empezado a beber, así que estamos en paz.


Sin hacer más preguntas,  Álex apretó su cara contra el cuerpo de Ángela e intentó con todas sus fuerzas que dejara de temblar. Ángela descendió a su altura y le abrazó fuerte. Él se percató de la herida de ella y rápidamente arrancó el cristal y taponó el corte con su mano sin dejar de abrazarla. En aquel instante, Ángela se dio cuenta de lo mucho que le dolía el pie, pero no se detuvo siquiera a mirar y siguió abrazada a Álex, siendo consciente por primera vez de que las heridas son tan mutuas como las alegrías. Sintió en su compañero ese dolor inmenso que a ella le partía el pecho y le cortaba la respiración y las ganas de vivir y comprobó, como el profeta que llega a ver realizada su profecía, aquello que tantas veces había proclamado. Que el amor no está escrito ni en las estrellas, ni en un contrato matrimonial.

15 comentarios:

Luis Cano Ruiz dijo...

El problema de estar ciegos (siempre lo estamos), es que no nos damos cuenta de que las cosas van mal hasta que se rompen en mil pedazos, y sólo en ese instante, somos conscientes de que la culpa no es del vaso por se tan frágil.

Siempre buscamos las heridas en los cortes superficiales.

Cuídate.

Laura dijo...

Qué bien entendida la metáfora, sí señor.

Estoy de acuerdo.

Un abrazo.

Nieves LM dijo...

Un abrazo reparador aunque sea cargado tb de dudas y miedos, cuando todo se hace añicos.
Me ha encantado Laura. Un beso.

Laura dijo...

Gracias, Nieves.
Otro beso para ti.

Anabel Rodríguez dijo...

Conmovedor el relato que planteas en el que dejas abierta la puerta para la recuperación. Un beso guapa

Boris dijo...

muy buen relato,es verdad que cuando hay amor las parejas deben estar unidas tanto en las alegrias como en las tristezas

Laura dijo...

Siempre hay una puerta, pero no siempre se abre. La cuestión es tener muy claras las cosas más básicas, supongo.

Gracias miles.

Dara dijo...

(muchas tiritas necesita Ángela, ¿eh? y si son de animales mejor)



sonrisa grande,
chica pelirroja

Roberto dijo...

y si nos inventamos el amor?

eres irreductible...me encanta

Laura dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Laura dijo...

¿El amor? El amor, o nos lo inventamos, o morimos por dentro. Y si hacen falta tiritas, las de animales, son las que mejor calman el dolor.

Gracias.

XINI dijo...

Poco y todo que decir de esta entrada.
Uno más para mi lista, ya sabes, jejeje.
Besitossss

Nieves LM dijo...

Aquí me tienes otra vez Laura, para desarte Feliz Navidad. Que pases unas buenas fiestas en compañía de los tuyos. Muchos besos.

Laura dijo...

Gracias. lo mismo te deseo, Nieves..

Xini, en la sección de Relatos los tienes todos, toditos...

Besos

Marcos dijo...

Vaya relato más intenso.

Que cierto lo de que las heridas son tan mutuas como las alegrías. Si no fuera así, mal augurio.