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jueves, 17 de febrero de 2011

Seis minutos de retraso

Gracias a Marcelo por la inspiración de algunas reflexiones que aparecen en este post de su blog La menor idea.


La frente apoyada en el cristal que separa la estación del andén. Afuera, la temperatura cada vez es más baja. Definitivamente, el tren llega con retraso, lo anuncian la pantalla y la megafonía. Un retraso de seis minutos en pleno invierno le hace a uno pensárselo dos veces antes de cruzar la frontera cristalina. El vaho de su nariz empaña el pedacito del cristal que la sostiene. A su lado, otra mujer observa el reloj situado en el andén como si eso fuera a acelerar la llegada del tren.

Empieza escribiendo la inicial de su nombre en el vaho condensado y acaba grafiteándolo entero como cuando tenía quince años. Todos los cuadernos y las carpetas del instituto estaban plagados de estos grafitis adolescentes. Lo recuerda y se sonríe. Recuerda que aquellos años pasaban muy deprisa pero se aprovechaban mucho y con mucha intensidad. Ahora las hojas del calendario también vuelan, pero tiene la sensación de que el tiempo no le cunde como antes y de que los asuntos que la rodean le hacen preocuparse más y disfrutar menos.

El vaho se borra llevándose consigo el legado de su adolescencia. La mujer sigue mirando el reloj, pero sólo ha conseguido que pasen dos minutos. En dos minutos pueden pasar muchas cosas: puedes tener un accidente con tu coche, pueden despedirte del trabajo, se te puede presentar un dilema moral del que no sabes cómo salir. Mira al suelo y una lágrima se precipita por su mejilla. Con los ojos empañados observa el reloj. Ha pasado otro minuto. Últimamente no haces más que llorar, se dice. Pareces tonta, no tienes ninguna razón aparente por la que hacerlo. No deberías preocuparte tanto por todo lo que te rodea. Nadie se va a preocupar por ti de esa manera.

Se sorprende a sí misma mirando fijamente al reloj. Su mirada converge en el marcador electrónico con la de esa mujer de la que no sabe nada, pero sobre la que intuye o, más bien, imagina muchas cosas. Cincuenta y tantos de edad, casada. Ha pasado la tarde tomando un café con unas amigas y regresa a casa para cenar tranquila viendo el telediario. Su marido la espera cargado de cariño y cosas que contarle, pero no ha movido un dedo para preparar nada de comer. Aún así, ella tiene ganas de llegar y quitarse esos incómodos zapatos de medio tacón, limpiarse el carmín rojo de los labios y ponerse a freír un par de huevos para cenar los dos juntos, como llevan haciendo casi treinta años. Y mira fijamente el reloj de la estación con la vana esperanza de que el retraso del tren disminuya milagrosamente y estar cuanto antes junto a él. Su amiga Isabel se ha echado un novio por Internet y se muere de ganas por contárselo.

La megafonía anuncia la llegada del cercanías. La mujer se apresura hacia el andén y decide seguirla como si tuviera la certeza de saber que nada malo le va a ocurrir si se pega a ella. El tren llega y suben por la misma puerta. Se sientan una frente a la otra. ¿Por qué llorabas antes? Le pregunta la mujer descubriéndole que no ha estado mirando al reloj permanentemente. Se me ha olvidado, contesta. Pues lo que se olvida es como si no hubiera ocurrido... Le dedica una mueca medio sonriente y eleva las cejas completando su frase con un ...así que tú misma.

Llega su parada. Hace ya un rato que la mujer se ha apeado en la suya. Esa frase le ha hecho pensar. Nunca olvida nada. Le cuesta olvidar las cosas que le suceden y también las que le suceden a los demás. A su cabeza acuden cientos de recuerdos que se agolpan y luchan por encontrar su hueco, su importancia, su segunda oportunidad. ¿No es, acaso, la memoria, una especie de enfermedad?, se pregunta. Inmersa en sus pensamientos se detiene en mitad de una avenida. Mira a un lado y a otro de la calle pero no encuentra la respuesta que necesita. Saca el móvil del bolso y consulta su agenda. No hay nada. Se gira y vuelve sobre sus pasos tratando de hacer memoria. Primero maldice, después se echa a reír. ¡Se le ha olvidado por completo lo que tenía que hacer!


Yo soy frágil como un cristal
si falta usted a esta cita, mi amor
si el canto se llena de olvido
si el recuerdo se va
y ya no ríe conmigo (Ismael Serrano. Fragilidad)

12 comentarios:

Susana dijo...

Bonito texto, y mejor aún es la reflexión que surge de él.

Un abrazo.

Heloise dijo...

Como decía el latino: Tempus Fugit o lo que es igual: el tiempo se escapa o el tiempo vuela, tanto da.
Llegados a una edad tenemos la tremenda sensación de que se nos van los días y no hemos hecho nada. El tiempo es volátil.
Tener una memoria de elefante puede ser una suerte o una maldición, según se mire. Me gusta la idea de que lo que no se recuerda es como si nunca hubiera existido.
Un gran relato con muchos frentes para reflexionar. Gracias, Laura.

Roberto dijo...

me tengo que ir, va a salir mi tren...pero me llevo tus palabras, y lo que rezuman...
es de lo mejor que te he leído, en mi modestísima opinión...me encanta

Laura dijo...

Si hacen reflexionar estas palabras, me siento como el ciudadano Juan Carlos, llena de orgullo y satisfacción.

Gracia spor los comentarioss. Son fundamentales.

Un besote.

Luth dijo...

Alguien me dijo una vez que aprovechara el tiempo o que aprendiera a detenerlo (creo que es una frase de esas que mucha gente conoce y no se sabe muy bien quien la dijo la primera vez). Pero como aún no he conseguido hacer lo segundo... intento practicar lo primero.

Un abrazo :)

Laura dijo...

Y haces muy bien.

Un abrazo para ti también, Luth y gracias.

Boris dijo...

muy buen relato laura. desde hace mucho tiempo yo tengo la sensación de que el tiempo pasa muy rapido y casi no nos damos ni cuenta. por eso debemos ser conscientes de que tenemos que aprovechar nuestro tiempo

Marcos dijo...

Una exposición muy real y que te hace pensar a cerca del desarrollo de la vida...

Laura dijo...

Ahí, ahí, ser conscientes del tiempo y vivirlo con energía. Ésa es la clave (supongo).

La vida, Marcos, ya sabes que tiene sus momentos.

Abrazos.

Marcos dijo...

Por cierto, "acerca" lo he puesto antes separado por una errata...

Luis Cano Ruiz dijo...

Vuelvo al mundo bloguero, a poder leer y escribir comentarios.

Parece que no, pero con estos textos, uno echaba de menos escuchar y reflexionar.

Cuídate.

Laura dijo...

Parece mentira, teniendo en cuenta que has estado estudiando para lo exámanes, que no hayas tenido tiempo para la reflexión...

La chica "irónica" de la trenza pelirroja.