Seguidores

domingo, 4 de septiembre de 2011

Lucía

Te quiero, Lucía. Y te he querido tanto que no sé cómo hacer frente a todo esto. Si cierro los ojos, te veo con absoluta claridad. Veo esa cara tuya de porcelana y esos ojos despiertos que tienes. Te veo tan linda como en esa foto que te saqué y que no he eliminado nunca de mis archivos. Eramos muy jóvenes, Lucía, asquerosamente jóvenes y libres también, y yo no dejo de reprocharme que podía haber luchado un poco más por ti. Un poco hubiera bastado, creo, o quiero creerlo. Quizá el tiempo que ha pasado me quiere castigar y ponerme en bandeja la posibilidad de haberte conquistado cuando aún era posible, cuando aún creía en el amor, cuando tus sonrisas no eran para nadie y eran, al mismo tiempo, para todos, para cualquiera, incluso, por qué no, para mí. No te lo he dicho nunca, Lucía, pero tus sonrisas y tus miradas y hasta ese gesto tuyo de falsa indiferencia, eran para mí la vida misma, el respirar, el comer. Eran la religión que nunca tuve, la única creencia que hubiera defendido más allá de lo humano y de lo divino y que todavía hoy defiendo en secreto.

Aún hoy me pregunto cómo he podido amarte tanto sin haber logrado arrancar de tus labios más que un casto beso y alguna que otra amistosa caricia. Cómo he podido detener mi vida esperándote a sabiendas de que no no llegarías jamás. Cómo he podido ser, a pesar de todo, tan feliz todo este tiempo y tan dichoso de haber compartido contigo momentos tan especiales como los que hemos compartido. La felicidad está sobrevalorada, Lucía. La felicidad, para mí, consiste tan solo en saber que puedo confiar en ti y que eres cómplice de todos y cada uno de mis delitos.

Pero necesitaba más. Nos hacemos mayores, Lucía. Los años no solo pasan, sino que pesan y nos obligan a evolucionar. No te olvido, por supuesto, no te olvidaré jamás, eso es sencillamente imposible, pero he pasado página. Me ha costado mucho reunir las fuerzas para enfrentarme a mí mismo y escribirte así. No te he dejado de querer, ni espero dejar de hacerlo. No te guardo ningún rencor, tú no tienes la culpa de ser la persona más maravillosa que ha pasado por mi vida. No eres más culpable de lo que lo son  las estrellas de salir, de brillar, de morir y de arrastrar nuestros deseos en su estela hasta estinguirse con ellos.

Te quiero, Lucía. Me has enseñado a ser optimista, a creer en la utopía y hoy soy alguien nuevo y he construído una vida preciosa en la que tú no estás de ningún modo. No estás como amante, no estás como amiga, ni siquiera estás ya como el sueño inalcanzable que siempre fuiste. Simplemente, no estás. Porque para ser feliz me basta con saber que, aunque  no estés, podré confiar siempre en ti y seguirás siendo cómplice de todos y cada uno de mis delitos, incluído éste último.




Visualizar a partir del minuto 1:10

10 comentarios:

Heloise dijo...

Un amor inconfesable, hasta para sí mismo. Creo que se lo tenía que haber dicho y luchado por ella, ¡el mundo es de los valientes! Muy bonito relato. Gracias, Laura.

Luth dijo...

Increíble. Precioso! Me ha encantado. Hoy me has alegrado un poquito el dia. Ha sido fantástico leerte. Gracias.

Laura dijo...

¡Gracias, chicas!

Parece que el refrescar de la temperatura ha desempolvado el "arpa de Becquer" y sus notas empiezan a sonar. Gracias por vuestros comentarios, que son la razón de todo esto. A ver si consigo ir hilando textos y que esto no decaiga.

Un besito.

Luis Cano Ruiz dijo...

Una historia que obligas a pensar en la necesidad de decir las cosas, la nostalgia de añorar lo que no sucedió.

El fracaso...


Me ha encantado. Gracias por este escrito para un fin de semana en el que vuelve el fresco (no frío.

Cuídate.

Roberto dijo...

por dios que canción tan hermosa...y tus palabras a la altura...

sigue, queremos mas!
un beso

Álvaro Dorian Gray dijo...

Una declaración de amor brutal y una canción... genial
saludos y salud

Laura dijo...

Gracias, chicos. Qué bonitas palabras para empezar una nueva semana.

Un abrazo.

Marcos dijo...

Un bonito relato con un toque de romanticismo y amor.

Bienvenida después de las merecidas vacaciones...

Vagamundo dijo...

Descripción fidedigna de un capítulo de un libro. Para llegar al desenlace final, habría que dejar de leer las páginas pasadas y avanzar.

Pero sabemos que agua pasada no mueve molino pero puede podrir rodeznos y hasta molineros...

Laura dijo...

No sé si yo lo definiría como romanticismo y añor, Marcos, pero me alegra que a ti te inspire esos sentimientos. Gracias por darme la bienvenida, tú sabes que en los meses de vacaciones la producción no se detiene pero cuesta más llevarla a cabo.

Vagamundo, gracias por tu aptreciación. Avanzar es la idea, estoy de acuerdo. Pasar página nos permite evolucionar y dejar de vivir en uns ensoñación.

Abrazotes a ambos.