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domingo, 1 de junio de 2008

Mi punto débil

Según la mitología griega, en tiempos remotos hubo un hombre tan fuerte que no podía ser abatido ni siquiera por los más fieros guerreros. El griego Aquiles fue bañado por su madre en el río Estigia convirtiéndolo en un ser inmortal. A pesar de tal condición, el indestructible Aquiles no quería luchar y se vio obligado a hacerlo en la Guerra de Troya, se dice que encolerizado por el asesinato de Patroclo, su gran amigo, tal vez su gran amor. Venció a guerreros de la talla del Príncipe Héctor de Troya, hermano del bello Paris, quien finalmente clavó su mortal flecha envenenada en el talón de Aquiles, su único punto débil, por donde su madre lo asió mientras lo bañaba en el río de la inmortalidad.
La mitología tiene ese poder, o más bien la intención de explicar con ayuda de elementos mágicos la realidad que rodea al ser humano.

Hay días en los que te sientas cinco minutos y parece que el mundo se detiene contigo al hacerlo. ¿Por qué?
Nos ponemos una mochila cargada, nos calzamos las botas y nos disponemos a escalar un Everest tras otro. Son años vertiginosos en los que no hay segundos para respirar, en los que hasta los ratos de ocio parecen formar parte de un estructurado horario de tareas pendientes que nunca terminamos de tachar porque cada día surge una nueva. Soy fuerte, te dices.

La fortaleza llega a convertirse una falsa invencibilidad que nos protege de no caer rendidos ante la responsabilidad que, para más inri, nos autoimponemos en la mayor parte de los casos. Soy fuerte, soy fuerte. Esto no va a poder conmigo.
En la batalla del día a día, como en la Guerra de Troya, espadas, lanzas y piedras tiradas a traición. Soy fuerte, soy fuerte. Y el día menos pensado, ¡zas! Un pinchazo agudo, sigiloso, apenas llama la atención pero se cuela en tu sangre para decirte que tienes límites, que tienes un punto débil. Que te caigas, que llores, que te tiene que doler. Que éste es tu punto débil y hoy nadie te necesita tanto como tú necesitas de ellos. Que si Aquiles tuvo que claudicar, ¿por qué tú no?

(No os quejaréis, que he puesto al Aquiles más guapo que se recuerda...Débil, pero tonta no)

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuesta entenderlo. Cuesta creer que somos vulnerables, y las mujeres más, que para eso hemos aprendido que tenemos que ser superwomen y que podemos con todo...
Pero pararse es comprender. Te lo digo yo, que no me queda otro remedio...
Muchos besos,

CarmenS dijo...

¡Cuán razón tienes! Nos empeñamos en ser fuertes, o en aparentarlo, y acabamos pinchando. Pinchadas. Deberíamos tener fortaleza para medir nuestro alcance y no llegar nunca a ese punto en que, a fuerza de estirarla, la goma se rompe. Y en pensar que también es importante relajarse, divertirse y mandar a paseo nuestros afanes de ser buenas en todo.
Buff, ¡qué cosas se me ocurren hoy!

Ricard dijo...

Creo que tanto debilidad como fortaleza son terminos subjetivos. Uno no es mas débil o fuerte que otros, incluso somos mas débiles/fuertes o menos dependiendo del dia que nos haya tocado vivir. La debilidad o la fortaleza poco -o nada- tienen que ver con el físico. Tenemos que aparentar fortaleza ante una debilidad fisica... y creo que tambien tenemos que aparentar debilidad delante de una superioridad fisica... al fin y al cabo se trata de (sobre)vivir ¿no?
Un saludo
R.

Marcos dijo...

Totalmente de acuerdo, la vida nos pide que seamos fuertes, pero siempre nos surge un momento de debilidad, al que continúa otro momento de fortaleza...

begoyrafa dijo...

Yo creo que todo lo que nos rodea, todo lo que somos nos hace vulnerables. Podremos ponernos mil corazas, aparentar fortaleza ante los demás, pero da igual, tarde o temprano la debilidad asoma. Y eso, al contrario , de lo que mucha gente cree, no es malo; es más resulta enormemente atractivo. Quizá no te gustara nunca Aquiles si no tuviera ese tendón por mucho Brad Pitt que lo interprete.

angela dijo...

Llego a tu blog por un comentario que has hecho en otro y me gusta leerlo, por éso tengo pensado volver. Tienes toda la razón del mundo, hasta en los ratos de descanso nos autocomplacemos en poner en lista otra obligación más.Un saludo de Angela