Todavía sentía en las yemas de sus dedos la tibieza de la piel que acarició con dulzura por última vez hace ya muchos años. Voltea la mano y comprueba que el temblor con el que se ha despertado aquella mañana aún no ha desaparecido. Acerca sus dedos a la nariz con la vana esperanza de percibir el olor del perfume que emanaba cada poro del único cuerpo de hombre al que amó con el corazón y los deslizó después hacia los labios para acariciarlos como sólo él supo acariciarlos. Si cierra los ojos y respira hondo, todavía siente sus manos recorriendo palmo a palmo su cuerpo cuando éste era tan bello como para inspirar versos dulcemente improvisados por él y que le recitaba cuando la luz del alba asomaba por las rendijas de la ventana frente a la que ella hoy ve caer la lluvia.
Se tumba y mira al techo desconchado que ha sido todos estos años testigo del trajín de amantes sin nombre, de sexo sin alma, de lágrimas brotando por unos ojos que hoy parecen haberse secado.
Se coloca sobre su costado y encoge sus huesudas piernas para sujetarlas con los brazos. Aprieta fuerte las rodillas contra el estómago para hacerse más y más pequeña hasta desparecer bajo las negras sábanas de raso.
Cuando el teléfono empieza a sonar no sabe si es un sueño o está ya despierta. Gira la cabeza para comprobar que ya ha amanecido y la lluvia ha cesado por fin. El teléfono sigue sonando inquieto sobre la mesilla, entre un bote de somníferos y un vaso de ginebra. Algo le dice que ha de estirar el brazo y descolgar. ¿Quién sabe qué le espera al otro lado? Tal vez sea la vida que le ofrece una nueva oportunidad. O tal vez esté aún dormida y todo esto sea sólo un mal sueño. Entonces recuerda las canciones que solía escuchar cuando tenía metas por cumplir. Aquellas que le decían que soñara despierta, con los ojos bien abiertos y que ese otro mundo posible dependía de ella. Sólo de ella.
Se tumba y mira al techo desconchado que ha sido todos estos años testigo del trajín de amantes sin nombre, de sexo sin alma, de lágrimas brotando por unos ojos que hoy parecen haberse secado.
Se coloca sobre su costado y encoge sus huesudas piernas para sujetarlas con los brazos. Aprieta fuerte las rodillas contra el estómago para hacerse más y más pequeña hasta desparecer bajo las negras sábanas de raso.
Cuando el teléfono empieza a sonar no sabe si es un sueño o está ya despierta. Gira la cabeza para comprobar que ya ha amanecido y la lluvia ha cesado por fin. El teléfono sigue sonando inquieto sobre la mesilla, entre un bote de somníferos y un vaso de ginebra. Algo le dice que ha de estirar el brazo y descolgar. ¿Quién sabe qué le espera al otro lado? Tal vez sea la vida que le ofrece una nueva oportunidad. O tal vez esté aún dormida y todo esto sea sólo un mal sueño. Entonces recuerda las canciones que solía escuchar cuando tenía metas por cumplir. Aquellas que le decían que soñara despierta, con los ojos bien abiertos y que ese otro mundo posible dependía de ella. Sólo de ella.
9 comentarios:
Muy bonito, Laura. Perfecta simbiosis entre relato y canción. Me han gustado muchísimo ambos dos. Nunca había escuchado nada de Ricardo Arjona; esta canción me ha emocionado.
Un beso.
Estoy segura de que esa mujer seguirá adelante, sobrevivirá a la experiencia aunque le duela la cicatriz en el corazón. Las mujeres son fuertes, siempre lo fueron.
Bella melodía que abrazas con tus palabras. Curiosamente,paso las horas deseando una llamada, sólo para recordarme que ésta, precisamente no debería esperarla.
Como muy bien dices, sólo depende de cada uno la felicidad soñada.
bello, triste... la vida se construye a cada instante... aunque a veces la espera desespere... el tiempo nos muestra que si nos dio sonrisas bien valio la pena!
es ciclico... siempre volvemos a empezar!
muchos besos Lauri..... que tengas una hermosa semana!
...¡¡Estira el brazo!! ¡¡Rápido!!
No es un sueño, nooooo!
Un beso dulce...
Seguramente las cosas siguen dependiendo de ella...Eso es lo malo y lo bueno cuando uno está mal y prefiere caer. Que muchas veces, todo sigue dependiendo de nosotros, aunque prefiramos creer que ya nada podemos hacer.
Un beso
Es díficil darse cuenta de que el Sol sale en el mundo de cada uno cuando se esboza una sonrisa.
Y así es, mientras se pueda afrontar con una sonrisa cualquier cosa, no hay problema insuperable.
Los días grises terminarán. Aún nos queda la esperanza :-)
Las mujeres somos fuertes de eso estoy segura.
Que buen post,¡ genial lo que escribes¡.
Un abrazo y espero seguir en contacto.
Bonito relato, no dejas de sorprenderme con tu calidad a la hora de escribir...
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