Leer con la música puesta (a ser posible)
Desde muy pequeña, Aisling sabía que se iba a desatar una tormenta cuando el viento empezaba a soplar con fuerza en la colina que quedaba justo detrás de la casa de los McCarthy y volaba las hojas del libro que sostenía en sus manos. La tierra comenzaba a desprender ese olor a humedad tan propio de las tormentas de verano y el cielo, que minutos antes se veía celeste, se enlutaba anunciando el fatal desenlace.
Aisling era una chica lista. Al contrario que sus dos hermanos mayores, Ian y Conor, ella iba a la escuela y aprendía cosas. Desde que aprendió a leer, pasaba las horas de asueto sentada en la ladera de aquella colina que no tenía nombre y a la que ella decidió bautizar como Iolar (águila en gaélico) porque le parecía que la forma que adoptaba el pico se parecía a la cabeza de esta majestuosa rapaz. Las tardes de verano se las pasaba por entero allí, leyendo o perdiendo el tiempo (como ella misma decía) con su mejor amigo Liam McCarthy. Liam sólo tenía que asomarse a la ventana de la cocina para comprobar que Aisling había llegado. Ella llegaba casi siempre corriendo con su vestido de botones, sus alpargatas y su bandolera de cuero y al llegar al punto de encuentro, miraba la casa de Liam y silbaba para anunciar su llegada. A veces Liam se escondía y la observaba sin que ella le viera y se retrasaba en acudir para hacerla rabiar. Liam sabía que Aisling era la niña más guapa del condado porque todos lo decían, pero él no le daba importancia a esas cursilerías porque ella era su mejor amiga. Su verdadera y única amiga en el mundo. ¿A quién le importaba si era guapa o no?
Los años transcurrían en calma para estos dos niños mientras crecían entre libros, juegos, canciones y llenaban sus bolsillos con la vida que sólo se vive en los años de infancia y con la felicidad que brotaba de cada sonrisa, de cada llanto, de cada nuevo descubrimiento. Renunciando a sus responsabilidades, se juraron no hacerse mayores y seguir viéndose, pasara lo que pasara justo en el mismo lugar. En invierno, Aisling se mudaba con su familia a su casa de la ciudad. Su padre tenía negocios que atender allí y la niña tenía que acudir a la escuela. Tenía mucha suerte de haber nacido en años prósperos para su familia.
Aquel año el mes de junio se le hizo más largo que ninguno. Aisling no veía el momento de hacer sus maletas y regresar a lo que para ella era su hogar. Allí estaba todo lo que más quería, el monte Iolar, los prados, el manantial donde crecían las madreselvas y, sobre todo, Liam McCarthy.
Cuando llegaron a la casa del pueblo, Aisling corrió a su cuarto para ponerse su vestido de verano, sus alpargatas y subir a la colina. Al ponerse el vestido, notó que le quedaba estrecho y le costó abrocharse los botones, sobre todo a la altura del pecho y las caderas. Pero eso no le importó. Cogió su bandolera, la llenó de libros nuevos que había comprado en la librería de la ciudad y salió corriendo al punto de encuentro. Para cuando llegó y silbó, Liam ya estaba medio asomado a la ventana de la cocina espiando la llegada de su amiga con los ojos llenos de lágrimas. Era una espera tan larga y tan contenida que apenas podía respirar de la emoción. Pero esta vez algo había cambiado. No podía aguantar ni un segundo más para correr y abrazarla. No tenía ya la paciencia de otros años para hacerla rabiar esperando mientras la veía enfadarse cada vez más. Con el estómago encogido y el corazón palpitando descontroladamente, Liam salió corriendo hacia Aisling y, como hacía cada año cuando se encontraban por primera vez, la agarró con sus brazos y la elevó mientras la hacía girar en el aire. Se fundieron en un abrazo tan fuerte, tan ansioso, tan apasionado esta vez, que juntos cayeron sobre la hierba. Sus caras se quedaron separadas por unos milímetros, sus cuerpos se solaparon y encajaron como un engranaje perfecto. Liam quiso retirarse avergonzado y al moverse observó que a Aisling se le habían desatado los dos botones que cerraban su escote. Ruborizado apoyó las manos en la hierba y se dispuso a levantarse pero las manos de la joven apretaron su espalada contra su cuerpo, impidiéndole despegar. Aisling observó como el cielo se tornaba de ese gris oscuro tan familiar por encima de Liam, que la miraba con una mezcla incongruente de deseo y respeto.
Cuando las primeras gotas empezaban a caer y de la tierra comenzaba a brotar ese olor a humedad tan típico de los días de tormenta, Liam posó sus labios en los de Aisling y después besó despacito cada milímetro de su cara. Empezando por sus mejillas coloradas y pecosas, se deslizó desde la punta de su nariz hasta el lóbulo de su oreja derecha. Besó su frente amplia , olió el perfume de su pelo azabache y acarició con sus labios los párpados que encerraban esos ojos de color cielo. Despegó los labios de su amiga utilizando los suyos y los mordió con ternura. Ella le respondió regalándole el tacto suave de su lengua que temblaba, como temblaban sus manos y sus dedos, mientras se aferraban a la cintura de Liam, para no dejarlo marchar.
Aisling era muy lista y sabía que se iba a desatar una tormenta porque el cielo se había enlutado y el viento volaba las hojas de los libros, que estaban esparcidos por el suelo después de la caída. Pero esta vez no salió corriendo para casa. Esta vez, por primera vez, cerró los ojos y dejó que los relámpagos estallaran en su cuerpo y las gotas cayeran sobre la espalda desnuda de su amigo, de su amante, de su amado Liam.
17 comentarios:
Qué belleza, Laura, no sólo de historia, sino de forma de contar... aún estoy emocionada con la mezcla de pasión, ternura y violines... precioso.
Te felicito.
Un beso.
Me encanta este grupo, suena a los acantilados de Irlanda y a la brisa del oceano.
Un Saludo.
Ailing era muy lista y sabía que se iba a desatar una tormenta ...¨
Y se desató, maravillosamente.!!!!
Espléndido relato, chica de la trenza pelirroja.
BESOS MUCHOS
hola ranma chica,me gusta tu blog
the corrs muy buen grupo,los escucho a menudo y alguna vez los he puesto en mi blog
La música le aportó belleza a tu relato, pero la verdadera vida, la cogió de tus palabras, de tu imaginación. Me gustó tu historia, guapa. Bello, bello, de verdad. Gracias por tus consejos siempre acertados. Besos.
Laura.. Aún estoy emocionada.. puse la música tal y como aconsejabas y me dejé llevar por la lectura... Otros lugares, otros protagonistas me vinieron en mente ... pero la misma historia, siempre lo es, la de este`primer e inolvidable amor... Qué bien lo has retratado...y lo has hecho vivir...
Besos agradecidos y emocionados...Laura...
Querida Laura, este estilo de música es muy significativa para mi. La escuche muchas veces... es casi como de la familia.
Mi amiga Marisol (esa a la que una vez le dediqué una entrada para su cumpleaños)tiene un grupo de música gallega, se llama Axouxeres, y está formado solo por mujeres. Ella toca percución y otras tres integrantes gaitas y panderetas.
Siempre me emocionó escucharla, así como pasó ahora con tu música.
Además tu relato... el amor de la niñez, ese que se despierta por vez primera lleno de inocencia y deseo, único e irrepetible...
Hermoso Laura, muy hermoso!
Quiero agradecerte además tus palabras en mi blog. Tanto bien me hicieron...
Que pueda llegar al corazón de ustedes para luego llegar al cuerpo, me hace muy feliz!
Un abrazo muy fuerte!
Has unido perfectamente música y lectura que, por cierto, es precioso el escrito.
saludos y salud
Hola guapa!!
Precioso relato!!!
Ya sabes que siempre he sido una romántica...me encanta!
Ahora, encima nos vamos haciendo mayores y empezamos a añorar tiempos pasados, como por ejemplo, el primero amor...
Sigue siempre ahí haciéndome pensar y sentir..
Besotes.
P.D.: ya sabes que siempre estoy aquí aunque no comente.
Supongo que te sorprenderá, porque te comento poco, aunque te leo a menudo...: tienes un premio en mi blog! Pásate cuando puedas a recogerlo :)
http://krysmirror.blogspot.com/2009/05/7-rarezas.html
hola! pasaba a saludarte
te dejo un fuerte y grande abrazo!!
lindo día!
que manera de contar, me llevaste lejos...
Me invade la emoción al leer vuestros comentarios. Mis ocupaciones no me permiten intervenir siempre y apenas me dejan tiempo para visitar los blogs de siempre y los nuevos que van llegando, pero siempre estoy atenta a lo que ponéis y cada comentario deja una huella en este espacio que, sin vosotros no tendría razón de ser.
Os agradezco mucho el cariño con el que siempre os dirigís a mí y la sobreestima con la que valoráis mis textos, tanto si me conocéis en persona como si lo hacéis a través de la blogosfera.
Esta historia, efectivamente, nos evoca tiempos de niñez, de libertad, de amistad, de ternura, de espera, de compromiso. Nos lleva a pintar un paisaje que éxiste en la memoria de cada uno de nosotros y en el que la música juega un papel esencial de inspiración.
Es, por supuesto, el recuerdo del primer amor, pero también, es la fatal división entre la amistad y el amor entre dos personas susceptibles de caer enamoradas una de otra. Es el miedo y el respeto mezclados con la incontenible pasión. El miedo a equivocarse se ve, por fin, vencido por el deseo, la ternura, y el cariño.
Bienvenidos y bienhallados (en vuestros blogs) los nuevos inquilinos. Sentíos como en casa, aunque la dueña no siempre esté para recibiros.
Un beso grande para todos.
"Existe", sin tilde. se me ha escapado. Jajajaja
Realmente bonito, Laura. Casi veo a los niños abrazándose, disfrutando de su amistad, de sus caricias, de la naturaleza... Y con esa música tan hermosa de fondo.
Imagino a una chica vestida de azul, con una trenza y un gesto de delectación, contando el cuento ante un auditorio pendiente de sus palabras, mientras suena el tema de The Corrs. Y disfruto más de la historia.
Muy bueno el relato y con la música de "The Coors" de fondo, mejor. Te hace sentir aun más la historia de los dos jóvenes irlandeses...
Aunque con retraso, no puedo dejar de decirte que este post es precioso, Laura.
Me ha gustado muchísimo la música y el relato, todo perfectamente ensamblado.
Eres una artista.
Tu tío y yo estamos muy orgullosos de tí.
Un abrazo y un beso de ambos.
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