Cuando llegó su turno, Raúl, el feriante, se tomó la misma calma en servir y Alba le observó como aquél que espera que se haga fuego de la nada. Mientras lo hacía verter, la miró a los ojos y sonrió, como le hacía a todos sus clientes. Pero esta vez, el contacto con los ojos de Alba cortó la sonrisa de Raúl y su boca se tornó seria y su mirada, distante. Al darse cuenta de lo feo de su gesto, lo enmendó contándole a la chica que tenía un secreto para hacer el mejor granizado, sabiendo que, de alguna manera, ella iba a apreciar la explicación, pues, lejos de sentirse ofendida, se mostró realmente interesada al tiempo que degustaba el delicioso néctar.
Tan pronto Alba se marchó, despidiéndose con un "Hasta mañana", el feriante se afanó en sacar su cartera del bolsillo y, tras revolver en un montón de papeles y facturas, descubrió una foto de una niña que tenía la sonrisa como ella y miraba a la cámara con la misma mirada curiosa con la que ella le miró mientras contaba su historia.
Ya de madrugada, al volver a la carvana en la que estaba instalado, las lágrimas brotaron cargadas de recuerdos. Recuerdos de aquel verano de los ochenta, cuando él era apenas un adolescente que venía a esta feria con el puesto de granizados y zumos que regentaban sus padres. Recuerdos de aquella chica tan linda de la que se enamoró, que venía de un barrio residencial sólo para beber los granizados que preparaban sus padres y besarse con él a escondidas en la parte de atrás del puesto. Recuerdos de los poemas que la escribió de madrugada para que ella siempre tuviera algo bonito que leer al día siguiente. Recuerdos de la tibieza de la arena de la playa donde hicieron el amor, huyendo de los prejuicios de los mayores. Recuerdos de la paliza que el padre de ella le propinó cuando les sorprendió despidiéndose al lado de su casa y de cómo le insultaba diciéndole que jamás aspirara a estar con una mujer como su hija. Recuerdos de no haberla vuelto a ver. De no haber vuelto a esta ciudad fría y húmeda que aún se le clavaba en los huesos y en el corazón....
CONTINUARÁ
NOTA: Desde La chica de la trenza pelirroja, nos sumamos a la tristeza que ha provocado la muerte de Mercedes Sosa.
7 comentarios:
que gran relato,como siempre son geniales.ya espero la segunda parte de este
Ainnnsss....
que lo veo venir, madremía...
Sirva tu historia como homenaje a tan excepcional dama de la canción. Me gustó tu narración. Espero la siguiente parte. ¿Cómo estás? Confío en que bien. Besos.
Previsible es a tope, pero es que me prometí publicar con frecuencia y no llego, no llego. Algo hay que escribir...
Besitos
Bonita historia la que cuentas. De un amor de los 80 que es recordado por uno de los protagonistas tras ver una sonrisa que le recordaba a su amor pasado.
Respecto a si es previsible el final, quien sabe el giro inesperado que puede dar en la segunda parte.
Conociendo a la chica de la trenza pelirroja...
Veremos si el continuará es como creemos que será...
Aquí hay luto nacional, y con toda razón... ella se fue pero su voz se escucha en cada rincón y ahora mas que nunca!
Besos
Una historia quizá previsible, pero no por ello menos buena.
Te animo a seguir escribiendo.
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