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miércoles, 4 de noviembre de 2009

El fantasma de las navidades pasadas

Gracias Papá y Mamá

Nacieron a mediados de los cincuenta. Se criaron, ella en el norte y él en el sur de España. Me siento con ellos una tarde de miércoles, con frío y lluvia azotando el ventanal del salón y les pido que me cuenten cómo eran las navidades cuando ellos eran niños. Rápidamente, los recuerdos se agolpan en sus cabezas y sus memorias que, como ya no viven preocupadas de acordarse de todo lo necesario para criar a sus hijos (aunque aún nos siguen criando, en realidad), despiertan deseosas de contar recuerdos de la infancia. Con una sonrisa, me cuentan cosas de la Navidad de su infancia.

Recuerdo que la Navidad empezaba la tarde del 24, que era el día en que ya no había que ir a la escuela por la tarde, dice mi madre. Mi padre no está de acuerdo y cree recordar que las vacaciones se daban el día antes. Discuten, pero eso es lo de menos porque a mí me queda claro que todo empezaba, en realidad en torno a la Nochebuena y no en torno a mediados de octubre, cuando el Corte Inglés se engalana, las calles se visten de luces y la tele bombardea con anuncios de juguetes y turrones. Las vacaciones daban el pistoletazo de salida a unas fiestas que, por ser invernales, tienden a entenderse como hogareñas y de recogimiento. Pero nada más lejos de la realidad. Nos íbamos todos a la plaza de la iglesia y nos juntábamos con todos los niños del pueblo, explica en una explosión de júbilo mi padre. Como estábamos de vacaciones nos dejaban volver más tarde a casa y mientras tanto, íbamos de casa en casa cantando y pidiendo el aguinaldo, sigue exponiendo. Pasábamos por todas las casas de los que estábamos allí.
Dile ahora a los críos que se paseen por su barrio, por su pueblo cantando villancicos e imagina la cara que pondrían si les dieras una moneda de cincuenta céntimos o un euro. Se ríen de ti a la cara.

Mi madre, en constantes referencias al barrio en el que se crío, recuerda algo muy similar. Nos reuníamos todos a cantar villancicos, dice. Era lo que más me gustaba. Entonces veía llegar a mi padre (el abuelo de la abajo firmante) con una caja enorme. La caja contenía todo tipo de dulces navideños que hacían de aquella merienda algo muy especial, según me cuentan. Recuerda con especial ilusión las almendras y los piñones porque a mi abuelo, que es muy goloso, le encantan. Doy fe, que eso lo veo yo con estos ojos cada año. El primer contacto con los dulces navideños que las familias disfrutaban venía, deduzco, en la caja-cesta de navidad de la empresa o algo parecido que, por supuesto, hacía una ilusión loca porque no se habían pasado los dos meses precedentes comiendo de todo ese tipo de cosas.

En respuesta a mi pregunta acerca de la cena de Nochebuena y la comida de Navidad, encuentro similitudes con las de ahora en el hecho de que eran más copiosas de lo habitual y se bebía sidra, pero eran también más humildes y no venían acompañadas por otras cinco o seis cenas o comidas de compromiso en casa de éste o aquél.
No podemos dejar de comentar, dada la vehemencia en la exposición, la importancia que adquirían las tostadas de mi abuela(la madre de mi madre) y sus rosquillas caseras, que se repartían por todo Sobrellano (Comillas) y el pavo murciano de veinte kilos de mi abuelo (el padre de mi padre) que en ocasiones venía vivo hasta el norte en un Seiscientos. Increíble.

Y de ahí a los Reyes sin detenerse demasiado en la Nochevieja. Entre Nochebuena y Reyes las navidades se pasaban jugando en la calle si el tiempo lo permitía y esperando con ilusión la llegada de los Magos de Oriente. Los Reyes eran también diferentes, pero me parece a mí que tenían un encanto que los de ahora han perdido. En primer lugar, eran los únicos regalos mágicos que llegaban a casa, porque Papá Noel no tenía GPS y hasta aquí no llegaba. Normalmente, nos dejaban los regalos en el balcón, explica mi madre, menos el año que nos engañaron y nos pusieron cebollas y carbón de verdad (remarcando lo de "de verdad" para que yo no sospeche que era de esos carbones de azúcar) y luego resultó que los habían escondido en la socarreña. Ese año fue cuando más regalos hubo. Se está refiriendo a dos presentes para cada hermano, no creáis que más. Ahora, se parten de risa cuando les pregunto si les traían lo que ellos pedían. ¡Por supuesto que no!, me dicen. Traían siempre otra cosa. Nosotros pedíamos y pedíamos y nunca traían tanto, pero todo ello, creo yo, formaba parte de ese teatro de ilusiones que era y debería seguir siendo el ritual de los Reyes Magos.

La lluvia ha cesado pero sopla aún un viento fuerte. Las conclusiones por su parte y por la mía son simples, diría yo que de Perogrullo: el encanto de las celebraciones no reside en la cantidad de productos materiales que las adornen o que se ingieran. Reside precisamente en ilusionar a los niños y, con ellos, a los adultos. Reside en la calidad de los eventos, en la capacidad que éstos tienen de entrar por los sentidos y se huelan, se saboreen, se sientan como únicos, como especiales.
Me pregunto si un niño que ahora tenga nueve o diez años recordará dentro de cuarenta años así la Navidad. Mientras, miro por la ventana y me temo que este temporal destrozará la mitad de las bombillas que ya se están comenzando a poner.

(Del delicioso blog Pasen y degusten)

12 comentarios:

Marcos dijo...

La verdad es que me ha gustado lo que has escrito.

En cuanto a si en el futuro los niños actuales se acordarán con tanto detalle de las Navidades, sinceramente creo que no. Entre otras cosas, porque hay muchos niños que tienen Navidades demasiadas veces al año y me refiero con esto a que se cumplen demasiadas veces sus deseos sin esfuerzo. Además, aspectos propios de esa época, como cantar villancicos y que tus padres tan bien recuerdan, se han perdido en buena medida...

X cierto, hacia mucho tiempo que no era el primero en comentar...

Boris dijo...

hay que ver como han cambiado las cosas en unos pocos años,ahora esta todo muy cambiado y las navidades ya no tiene ningún significado.dentro de unos años la generación de niños actual recordaran las navidades como un periodo de vacaciones en que lo único que se hacia era jugar con los nuevos jugetes

Miriam dijo...

Bueno, primero decirte que había dejado un comentario en tu post anterior y ahora "se ha esfumado"!!!!
Ya me ha pasado en varios casos, lo que me hace pensar o que yo ya estoy re loca del todo, o que mi compu hace lo que quiere!
Te decía que por aquí por suerte las navidades comienzan prácticamente 15 días antes del 24, solamente.
Será que el tercer mundo ya no tiene plata ni para arbolitos!!!
No, hablando de verdad, por aquí no es tan consumista la cosa (por suerte) y los comentarios de tus padres me recuerdan mucho a mis navidades, sin villancicos claro, pero con muchos dulces e ilusiones.
Y yo creo que mi niña recordará mas o menos las cosas como tus padres, ya que nosotros nos preocupamos por que lo que se pondere en estas fechas el la ilusión, la alegría, el deseo por el deseo mismo... los regalos no son muchos, y son muy esperados...
Hasta hacemos toda la pantomima de mirar el cielo y descubrir la nariz roja del reno de Santa!! y ella siempre lo termina viendo!!!
Que maravilla su inocencia... desde que ella está con nosotros hemos re descubierto las navidades y los reyes. Las fiestas son tales si hay niños... los grandes perdimos muchas ilusiones y creencias y ellos... ellos no!
Besos linda!

Anónimo dijo...

Me a encantado la entrada, y yo espero que los niños del futuro se acueden de todo lo que significa la navidad y no tanto de la consumicion compulsiva

Un besote ;-)

Unknown dijo...

Zeta opina lo mismo, nada es lo que era y por eso hay que tratar de fusionar lo antiguo con lo mas nuevo, pero sin ilvidarse de donde vienen las cosas.
Despues de qye le vapulearan en tele 5, he encontrado dos links nuevos en los que se reivindica
http://www.youtube.com/watch?v=MvIQih2P2Gw
Zeta se reivindica después de la actuación

http://www.youtube.com/watch?v=Tpk7BUqas-k
Zeta propone un reto

Dara dijo...

Lo que yo me pregunto es, si esto es una degradación de la magia, y cada año que pasa se va perdiendo más ese espíritu de ilusión... ¿cómo serán las navidades de un niño dentro de 20 años?


miau
de
lagartija

Ricard dijo...

EXCELENTE (en mayúsculas)
Un beso
Ricard

HELOISE dijo...

Cuántos recuerdos: Oir a mi abuela hablarme de "la vijanera", recoger por los prados caracoles con mi abuelo, las torrijas (en mi pueblo se llama así a las tostadas que citas) ¡tan ricas! que hacía mi madre, el belén tan grande y hermoso que ponían las monjas, los villancicos, ver a mi abuelo rechupetear la cabeza del besugo (cuando lo había), el anís del mono y el coñac Terry (sí, el de la malla amarilla), el turrón blando, el duro, las figuritas de mazapán y los polvorones. El bol grande que preparaba mi abuela con almendras, piñones, uvas e higos pasos y la sidra, porque "champán" no había, era cosa de ricos.
En cuanto a los Reyes, efectivamente, jamás traían lo que pedíamos, pero yo era feliz con aquellos dos libros que caían cada año y que "devoraba" en una semana; para mí, eran los mejores reyes. Y luego estaba el Festival que hacían los Hermanos de la Salle la tarde misma de Reyes: dibujos animados de Tom y Jerry y un regalito al salir, para cada niño. ¡Un gozo y el final de las Navidades!.
Cosas que nunca se olvidan y que permanecen en el recuerdo para siempre.
Me ha gustado recordar contigo, Laura. Muchos besos.

Anabel Rodríguez dijo...

Unos lo recordarán y otros no... depende de la ilusión con la que lo trabajes. Mis niñas llevan dos semanas preguntándome por Papa Noel (yo nunca he celebrado a Papa Noel), y yo he aprovechado para hacer la entradilla de los Reyes Magos, hablarle de la Cabalgata, del carbón, de los juguetes, de los camellos, de lo que hay que dejar esa noche... en fin, que están ya esperando a ver que sucede. Y yo, estoy más ilusionada que ellas.
Todo cambia, pero parece que ese cambio sea más económico que de otro tipo. En cualquier caso sigue siendo emocionante.
Besos

Anónimo dijo...

Una reflexión estupenda y muy acertada. Sinceramente las cosas van perdiendo su autenticidad hoy día, porque todo se magnifica y porque el consumismo engulle cualquier fecha, cualquier acto. Es una pena, pero creo comprender lo que expones aquí. Vamos mal por este camino. Debemos volver a la sencillez de lo tradicional, a la ilusión de lo verdadero. Como bien dices, la Navidad no la puede marcar El Corte Inglés. Me encantó tu texto y te apoyo incondicionalmente. Un beso enorme y gracias por tus consejos en mi desván. Hasta pronto.

Roberto dijo...

yo por suerte crecí en un ambiente de magia e ilusión...
somos afortunados de tener padres así...

un beso

Anónimo dijo...

gran texto.