¿Por qué volver?
Porque hacía mucho tiempo.
Por los reencuentros.
Por una iniciativa que te mueve, te excita, te despierta del letargo.
Esta chica trenzada sigue siendo la misma pues es y siempre fue un personaje. La persona que se esconde tras él soy yo, Laura. Esto me pilla muy en frío y no por el mes en el que nos encontramos, ni por el temporal de nieve. Estoy fría porque hace tiempo que no escribo. Últimamente, dedico mi vida a ser madre, pero ésa no es la excusa. o más bien, sí es la excusa, pero no la razón. Dejé este blog y abrí otro con el que abarcaba una variedad de temas más amplia. También dejé de publicar en él. Hubo un momento en el que era tanta la cantidad de temas sobre los que me hubiera gustado publicar que no podía abarcarlos todos. La parte imaginativa y más literaria de mi mente seguía volando e inventando historias al tiempo que el mundo, cada día, se hacía un poco más feo, más injusto y más triste. Todo era demasiado: el miedo a repetir ideas, a resultar pedante en ocasiones o eternamente cabreada en otras (amargada hubiera sido más exacto). Todo ello me hizo plantearme una cuestión muy sencilla. ¿Por qué seguir? No era una obligación. Y lo dejé sin pensármelo más.
¿Por qué volver?
Porque algún día había que hacerlo y a mí esto de que me muevan y me reten, me gusta. Hoy no vuelvo sólo yo. Vuelven otros como Brujaroja y Cecilia. Otros ya habían vuelto hace tiempo, como Anabel y hay muchos que no lo han dejado nunca, ¿verdad, Marcelo? En este barco hay pasajeros a los que no conozco pero esto es un red, social, que posiblemente se haya visto sustituida en gran medida por otras que lanzan las ideas y las noticias más rápido y que nos siguen reuniendo después de los años. Al final estamos continuamente leyendo y escribiendo en cortos periodos de tiempo, con 140 caracteres. Pero este ratito sentada frente a la pantalla de, ¡oh cielos! el ordenador, ha estado bien, ha sido reconfortante y ha traído a mi mente recuerdos muy gratos.
Gracias a Laura, por emprender esta aventurilla y llevarnos contigo en la mochila.
La chica de la trenza pelirroja
Cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo. Mario Benedetti
Seguidores
domingo, 1 de diciembre de 2013
lunes, 19 de marzo de 2012
Un nuevo proyecto
La chica de la trenza pelirroja ha decidido darle un giro a sus aventuras y tomarse un descanso, nunca se sabe si corto o largo. La cuestión es que a su creadora no le apetece estar de brazos cruzados y ha puesto en marcha, junto con otras personas, un nuevo proyecto que no olvida el espíritu intimista de La chica, pero va un poco más allá, con un concepto diferente de blog que conjuga varias secciones de temas que, esperamos, sean interesantes.
Éste es el link
Cuento con que lo visitaréis y dejaréis vuestros comentarios en cuanto empiece a caminar, por supuesto, pero, además, espero que me permitáis enlazar alguno de vuestros posts para alguna de mis secciones, pues la filosofía de esta bitácora es darle salida a textos que no se publican en editoriales, a música que no sacan las discográficas y a noticias o perspectivas de la realidad que no siempre se dan a conocer en los telediarios y tertulias.
Seguiréis recibiendo noticias mías. Hasta entonces, un abrazo cariñoso.
lunes, 5 de marzo de 2012
Como un blues
Como un blues es este vida. Sin rumbo fijo, sin objetivos concretos, sin brújula ni timón, sin ataduras. La chica pelirroja se ha cortado la trenza y la ha dejado caer al suelo. Te pide que recuerdes, que no olvides, que entiendas que en la memoria está la esperanza de un mundo mejor. Te deja con una canción y sin fecha de regreso. Por si acaso se le ocurre volver mañana o por si acaso no vuelve jamás.
sábado, 4 de febrero de 2012
Como el amanecer tardío
Como la isla de Mallorca nevada. Como mi cara frente al mar, con el viento del norte cortando mi piel y haciendo llorar mis ojos. Así eres, así fuiste siempre. Insólito, helador, hiriente.
Como este frío que cala mis huesos, como la hierba cubierta de escarcha, como este invierrno que trae nubes grises que, inevitablemente, por desgaste, toman el lugar que ocuparon tus cálidas miradas.
Acechante, como la madurez, que nos va restando inocencia por momentos. Como tú y yo en fotos de hace años. Antiguas aunque no haga mucho de la última vez, aunque no hayan pasado más que unas semanas, en mí y en ti, los meses de nuestra existencia pasan demasiado rápido.
Como el amanecer tardío y el madrugador atardecer. Como saber de ti tanto sin saber absolutamente nada y avergonzarme la mirarte a la cara y no saber qué decirte. Con el intento de retener en mi memoria la última sonrisa que me dedicaste.
Pero te quise y no sé bien si te quise porque tú me querías o porque sabías hacer que te quisiera o porque, en realidad, sin quererlo, apredí a quererte tanto que hoy no sé querer sin ti. Porque creo que, después de todo, tu amor por mí fue una de las más de cien mentiras del poeta que llevabas dentro. Y que ese poeta conquistó, sin piedad, lo poco de verdad que hay en mí.
Pero, quién no se ha dejado coquistar alguna vez por un poeta.
Como este frío que cala mis huesos, como la hierba cubierta de escarcha, como este invierrno que trae nubes grises que, inevitablemente, por desgaste, toman el lugar que ocuparon tus cálidas miradas.
Acechante, como la madurez, que nos va restando inocencia por momentos. Como tú y yo en fotos de hace años. Antiguas aunque no haga mucho de la última vez, aunque no hayan pasado más que unas semanas, en mí y en ti, los meses de nuestra existencia pasan demasiado rápido.
Como el amanecer tardío y el madrugador atardecer. Como saber de ti tanto sin saber absolutamente nada y avergonzarme la mirarte a la cara y no saber qué decirte. Con el intento de retener en mi memoria la última sonrisa que me dedicaste.
Pero te quise y no sé bien si te quise porque tú me querías o porque sabías hacer que te quisiera o porque, en realidad, sin quererlo, apredí a quererte tanto que hoy no sé querer sin ti. Porque creo que, después de todo, tu amor por mí fue una de las más de cien mentiras del poeta que llevabas dentro. Y que ese poeta conquistó, sin piedad, lo poco de verdad que hay en mí.
Pero, quién no se ha dejado coquistar alguna vez por un poeta.
sábado, 14 de enero de 2012
1996-2012
Cuánto tiempo ha pasado desde los primeros errores,
del interrogante en tu mirada.
La ciudad gritaba y maldecía nuestros nombres,
jóvenes promesas, no, no teníamos nada. (Ismael Serrano. Recuerdo. 1996)
Yo también tengo miedo del futuro. Cómo no tenerlo, si esta deuda absurda se ha cargado los sueños y las ilusiones de los jóvenes, provocando en ellos un prematuro envejecimiento, una inusitada amargura y una terrible sensación de desamparo y desconcierto. Cómo no temer al día de mañana, al porvenir. Cómo no sentarse hoy delante de una taza de té y hundir la mirada en su fondo rojo buscando algún poso que te asegure que todo va a salir bien, que las cosas, malditas sean, van a ir mejor. Agárrate de mi mano, es todo lo que te quiero pedir y es lo poco que te puedo ofrecer.
Yo también me siento cansada y más vieja. Y cada día tengo menos ganas de afrontar esa conversación que tengo pendiente contigo y con tanta gente porque cada segundo que corre en mi reloj es un día en el tuyo. Porque tu tiempo es más lento y menos complejo que el mío, porque tus agujas, con razón, se niegan a seguir mi ritmo suicida, un ritmo destructivo con el que no consigo sino acelerar algo que nunca lograré terminar.
Supongo que hubo tiempos en los que una suerte mejor me conoció. Ahora tengo miedo al cambio de gobierno, a la subida de impuestos, a tributar un porcentaje similar al que tributa un señor o una señora con mucho más dinero que yo. A tener que oír y callar cuando dicen que soy de clase media y resulta que yo sigo sin saber muy bien quién soy, pero sé que me siento a medias en todo. Odio las etiquetas, los baremos, las injusticias, la pedantería y las mentiras. No soporto que me mientan en mi propia cara y bloquearme hasta el punto de no saber qué puedo hacer para solucionarlo, para hacerlo saber, para tapar las bocas que tantas veces intentaron hundirme y que ni lo han conseguido, ni lo conseguirán.
No me atrevo a decir nada, no estoy segura. Pero creo que algún día, camino del trabajo, entre los bostezos de otra noche de insomnio y las noticias asesinas que salen de tu tableta, te parecerá verme y los recuerdos de todo aquello que vivimos se agolparán en tu mente y te harán sentir otra vez joven y poderoso. Recordarás que fuimos jóvenes promesas y que, en realidad, ilusos de nosotros, no teníamos nada más que las ganas de recorrer las calles en busca de una revolución que no tuvo lugar y la necesidad de encontrar un portal donde donde ampararnos del frío de la madrugada. Creerás reconocerme después de tanto tiempo, te armarás de valor y me dirás ¿Cómo estás? Cuánto tiempo, ¿te acuerdas de mí? ...
...pero yo ya no seré la misma.
Cuando Ismael Serrano publicó este tema, lo hizo en su disco La memoria de los peces en el año 1996. El mundo no vivía una crisis, o quizá sí. Quizá el mundo no ha dejado nunca de vivir en una continua crisis. En 1996 Ismael Serrano tenía 22 años. Yo tenía 15 y La chica de la trenza pelirroja era un personaje de mi infancia sin mayores pretensiones que las de entretenerme. Ganaban las derechas y los corazones de los que ansiaban un mundo mejor se resentían. No sé si el mundo estaba en crisis aunque cada día estoy más convencida de que sí, de que siempre lo ha estado.
Etiquetas:
Música,
Pensamientos,
Política y sociedad
viernes, 30 de diciembre de 2011
Balance
Conservo miedos por los que aún debo cantar. Aun siento el vértigo helado al echar la vista atrás. Ismael Serrano. Balance.
No soy buena haciendo balance. Nunca pongo todo lo malo, por muy malo que sea, en la balanza. Supongo que es una forma de autoprotegerme como otra cualquiera, como refugiarme en tu pecho cuando tengo miedo o llamar a mi madre cuando estoy enferma. No soy buena haciendo resúmenes, me entretengo siempre en los detalles y se me pierde el hilo conductor, como cuando me fijo en una persona del autobús y construyo una historia con ella que nunca llego a escribir y se me pasa la parada. Y quizá por eso tengo la sensación constante de que hay muchas paradas que se me han pasado por más atenta que quise estar y este año no ha sido menos.
Hubo muchos detalles que me hicieron gastar un tiempo que no ha sido mío en absoluto. No ha sido mi tiempo porque fue de otros, de los que lo necesitaron más que yo, de los que me lo compraron a cambio de una cárcel de oro, de los que abusaron de él para satisfacer su egocentrismo. No creo en los propósitos de año nuevo pero sé que algo tiene que pasar, algo tiene que pasarnos. Unos gritan revolución y no hacen nada mientras otros crean canciones nuevas, nuevos versos con los que alimentar esas pequeñas revoluciones que todos y cada uno de nosotros iniciamos cada día y que no mueren al ponerse el sol.
El miedo a no dar la talla, a no ser útil, a no estar ahí siempre y a no cumplir las expectativas que se crean sobre mí, ha sido mi caballo de batalla. Por el camino, han quedado cosas por hacer y una sensación tremenda de inconformismo, de que a todo lo que hago le falta un hervor que no sé cuándo ni cómo dar. Y el miedo vuelve y vuelve el castigo y la angustia de no saber por dónde seguir. Las cosas que tan claras están en la cabeza se convierten en borrones sobre el papel cuando antaño resultaron tan sencillas de plasmar.
Los asuntos que antes me interesaron ahora me defraudan y esas luchas que me tenían en guardia se me antojan lejanas e inútiles. Menos mal que tu voz me da fuerzas para seguir luchando cada mañana y argumentos para no abandonar el frente que me unió a ti y a otras personas que creo que lo han abandonado ya o (me planteo, incluso) que nunca estuvieron realmente en él. A esas personas les dedico también estas líneas porque me cuesta, pero estoy aprendiendo a vivir sin ellas y descubriendo que no era tal la necesidad que creía tener de tenerlas cerca. No es autosuficiencia, es supervivencia.
Hubo muchas risas y miradas cómplices y besos y abrazos y caricias irrepetibles. Conocer caras nuevas, personas nuevas, nuevos acordes, lugares nuevos. La retina guarda esos atardeceres preciosos en Canarias, cuando ninguna enfermedad era lo suficientemente fuerte para parar las ganas que teníamos de pasarlo bien. Y otros viajes, otras sorpresas, encuentros inesperados, noticias amargas que se convirtieron en dulces, deseos que se vieron realizados, cimas que se tocaron con la punta de los dedos. Sueños que aun nos quedan por cumplir mientras dejamos atrás a personas que se fueron para siempre, así es la vida.
Valorar más a los que más cerca están es lo que nos toca. Vivir lo mejor posible con los recursos que tenemos y no borrar jamás la sonrisa de nuestras bocas. Cuidar de lo cercano sin olvidar lo global, lo que nos rodea, lo que nos sitúa en el mundo. Querer con toda la pasión que tengamos y no dejar de dar lo mejor de nosotros mismos. ¿Son propósitos? Llamadlos como queráis, pero no olvidéis ser felices.
No soy buena haciendo balance. Nunca pongo todo lo malo, por muy malo que sea, en la balanza. Supongo que es una forma de autoprotegerme como otra cualquiera, como refugiarme en tu pecho cuando tengo miedo o llamar a mi madre cuando estoy enferma. No soy buena haciendo resúmenes, me entretengo siempre en los detalles y se me pierde el hilo conductor, como cuando me fijo en una persona del autobús y construyo una historia con ella que nunca llego a escribir y se me pasa la parada. Y quizá por eso tengo la sensación constante de que hay muchas paradas que se me han pasado por más atenta que quise estar y este año no ha sido menos.
Hubo muchos detalles que me hicieron gastar un tiempo que no ha sido mío en absoluto. No ha sido mi tiempo porque fue de otros, de los que lo necesitaron más que yo, de los que me lo compraron a cambio de una cárcel de oro, de los que abusaron de él para satisfacer su egocentrismo. No creo en los propósitos de año nuevo pero sé que algo tiene que pasar, algo tiene que pasarnos. Unos gritan revolución y no hacen nada mientras otros crean canciones nuevas, nuevos versos con los que alimentar esas pequeñas revoluciones que todos y cada uno de nosotros iniciamos cada día y que no mueren al ponerse el sol.
El miedo a no dar la talla, a no ser útil, a no estar ahí siempre y a no cumplir las expectativas que se crean sobre mí, ha sido mi caballo de batalla. Por el camino, han quedado cosas por hacer y una sensación tremenda de inconformismo, de que a todo lo que hago le falta un hervor que no sé cuándo ni cómo dar. Y el miedo vuelve y vuelve el castigo y la angustia de no saber por dónde seguir. Las cosas que tan claras están en la cabeza se convierten en borrones sobre el papel cuando antaño resultaron tan sencillas de plasmar.
Los asuntos que antes me interesaron ahora me defraudan y esas luchas que me tenían en guardia se me antojan lejanas e inútiles. Menos mal que tu voz me da fuerzas para seguir luchando cada mañana y argumentos para no abandonar el frente que me unió a ti y a otras personas que creo que lo han abandonado ya o (me planteo, incluso) que nunca estuvieron realmente en él. A esas personas les dedico también estas líneas porque me cuesta, pero estoy aprendiendo a vivir sin ellas y descubriendo que no era tal la necesidad que creía tener de tenerlas cerca. No es autosuficiencia, es supervivencia.
Hubo muchas risas y miradas cómplices y besos y abrazos y caricias irrepetibles. Conocer caras nuevas, personas nuevas, nuevos acordes, lugares nuevos. La retina guarda esos atardeceres preciosos en Canarias, cuando ninguna enfermedad era lo suficientemente fuerte para parar las ganas que teníamos de pasarlo bien. Y otros viajes, otras sorpresas, encuentros inesperados, noticias amargas que se convirtieron en dulces, deseos que se vieron realizados, cimas que se tocaron con la punta de los dedos. Sueños que aun nos quedan por cumplir mientras dejamos atrás a personas que se fueron para siempre, así es la vida.
Valorar más a los que más cerca están es lo que nos toca. Vivir lo mejor posible con los recursos que tenemos y no borrar jamás la sonrisa de nuestras bocas. Cuidar de lo cercano sin olvidar lo global, lo que nos rodea, lo que nos sitúa en el mundo. Querer con toda la pasión que tengamos y no dejar de dar lo mejor de nosotros mismos. ¿Son propósitos? Llamadlos como queráis, pero no olvidéis ser felices.
sábado, 17 de diciembre de 2011
Deuda
Te
debo un verso, una disculpa y tal vez una respuesta a aquella pregunta que
no formulaste. Y un secreto que sabes
que no te confesaré jamás, quizá te debo también.
Te
debo un abrazo y seguramente algún beso que intentaste robarme apoyado en la
barra de aquel bar que habitamos tú y yo cuando vivíamos bebiéndonos la vida y
la niebla de la madrugada.
Te
debo una mañana. Pasearme desnuda muy cerca de ti y no dejar que me toques. Vestirme
con una de tus camisas y ver amanecer mientras desenredas mi pelo con tus
dedos.
Te
debo un verso, una palabra, una declaración de amor que nunca escribiré ni
recitaré y que formará parte, junto con
otras muchas cosas, de esta deuda eterna que tengo contigo (y que no quiero que
me perdones).
martes, 6 de diciembre de 2011
La vida
Este otoño de atardeceres rojos sobre indescriptibles fondos celestes imposibles de captar con otra lente que no sea la del ojo humano, este otoño que algunos llamaron primaveral, esta sensación de desazón y de alegría a partes iguales, es la esencia de la vida o, al menos, es lo que tenemos que creer para que vivir sea algo más que soñar con algo mejor.
Cuando sientes que no hay un masaje más relajante que el de las manos de tu amante ni calor más confortable que el del sol que entra por tu ventana y que no encontrarás sonrisa más cierta que la de un niño al que le cuentas por vigésima vez el mismo cuento, entonces, aprecias de verdad la vida.
Llenas tus armarios de perfumes para acabar descubriendo que el olor más auténtico proviene de una mandarina recién abierta o de un bebé recién bañado o de la brisa suave pero gélida que entra al abrir tu balcón por la mañana. La vida es tal vez eso, las pequeñas cosas, las más íntimas, las que no publicas en el facebook, las que te enseñan a ser feliz.
Llenas tus armarios de perfumes para acabar descubriendo que el olor más auténtico proviene de una mandarina recién abierta o de un bebé recién bañado o de la brisa suave pero gélida que entra al abrir tu balcón por la mañana. La vida es tal vez eso, las pequeñas cosas, las más íntimas, las que no publicas en el facebook, las que te enseñan a ser feliz.
sábado, 26 de noviembre de 2011
Suscribo
Leedlo. Al hilo de algo que se me pasó a mí por la cabeza cuando vi el vídeo del traspaso de poderes del otro día. Dios, pensé, pero si esta mujer ha dado a luz hace apenas diez días. Madre mía, está echando por tierra lo que tanto costó conseguir en derechos para las mujeres y para la conciliación familiar en general. ¿No se da cuenta de que es un cargo público? ¿Y el padre?, pensé. Me consolaría que hubiera cogido la baja el padre pero no, corrige ella a Jáuregui, está con el permiso de quince días.
martes, 22 de noviembre de 2011
Reacciona
A veces me pregunto por qué el imperio le cercenó las alas a mi sueño. Por qué antes de nacer ya nos dieron por muertos. Ismael Serrano.
Reaccionar. Tan difícil en ocasiones. Por mucho que nos parezca que es fácil.
Reacciona, me digo a mí misma mientras veo pasar la vida, las reuniones, las personas, los sueños que todos se llevan consigo, alejándolos por momentos de mí.
Reacciona, piensa, contesta. Sé que ahora más que nunca me hago falta a mí misma y no estoy conmigo, no me llamo por teléfono, no me mando un mensaje, no me pregunto qué tal, qué quieres, qué sientes, qué necesitas.
Reacciona. Los tiempos cambian y parece que nada podemos hacer. Los señores del dinero mandan, determinan lo que está mal y lo que está peor. Juegan con nosotros como con marionetas y mientras, este títere que solía escribir, se limita hoy a describir porque hasta su propia esencia se ahoga por momentos.
Reaccionemos. Salgamos a la calle. Esto no puede estar pasando. Sanidad, educación, dependencia. No son recortes de presupuesto, son recortes de la libertad, de los logros que tanto sudor costó conseguir, de aquellos derechos que nos hicieron sentir orgullosos e importantes. Esto no puede consentirse ni consolidarse. Esto no puede no tener consecuencias. No debe. Somos muchos. Muchos más que ellos. Mucho más poderosos, mucho más grandes, más fuertes, más resistentes y, sobre todo, tenemos mucho más corazón y amamos mucho más a esta mierda de mundo en el que vivimos de lo que ellos se imaginan.
Deja que tu alma cansada tome ese sorbito de aire extra que reanime tu espíritu de lucha y reacciona porque ya no basta con indignarse.
Reaccionar. Tan difícil en ocasiones. Por mucho que nos parezca que es fácil.
Reacciona, me digo a mí misma mientras veo pasar la vida, las reuniones, las personas, los sueños que todos se llevan consigo, alejándolos por momentos de mí.
Reacciona, piensa, contesta. Sé que ahora más que nunca me hago falta a mí misma y no estoy conmigo, no me llamo por teléfono, no me mando un mensaje, no me pregunto qué tal, qué quieres, qué sientes, qué necesitas.
Reacciona. Los tiempos cambian y parece que nada podemos hacer. Los señores del dinero mandan, determinan lo que está mal y lo que está peor. Juegan con nosotros como con marionetas y mientras, este títere que solía escribir, se limita hoy a describir porque hasta su propia esencia se ahoga por momentos.
Reaccionemos. Salgamos a la calle. Esto no puede estar pasando. Sanidad, educación, dependencia. No son recortes de presupuesto, son recortes de la libertad, de los logros que tanto sudor costó conseguir, de aquellos derechos que nos hicieron sentir orgullosos e importantes. Esto no puede consentirse ni consolidarse. Esto no puede no tener consecuencias. No debe. Somos muchos. Muchos más que ellos. Mucho más poderosos, mucho más grandes, más fuertes, más resistentes y, sobre todo, tenemos mucho más corazón y amamos mucho más a esta mierda de mundo en el que vivimos de lo que ellos se imaginan.
Deja que tu alma cansada tome ese sorbito de aire extra que reanime tu espíritu de lucha y reacciona porque ya no basta con indignarse.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)